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En cualquier hospital, ante cada paciente se le reconoce con una pulsera de un distinto color, blanco o rojo donde se sostiene el nombre del paciente, numero de su habitación y el hospital en donde está descansando. Blanco cuando se considera que el paciente esta vivaracho y tranquilo, esperando su recuperación por instantes. En cambio el de color rojo representa que dicho paciente falleció.

Pero a veces para los creyentes, cuando una persona que falleció no se le da honor al irse, no fue cubierto, no tuvo alguna señal de aprecio, se quedan en este mundo buscando la manera de volver para escuchar de sus seres queridos lo mucho que lo aprecian para poder descansar tranquilamente.

Pero para los católicos, cuando una persona fallece sin recibir las plegarias de sus seres queridos, sin que tan solo una persona se haya interesado en esa persona. Dicha se mantiene amarrada en la habitación o instalación en donde dio su último respiro antes de abandonar su cuerpo en un tétrico final en la sala quirúrgica o en su habitación.

“Un ser espiritual cuando se mantiene en la tierra, es porque busca algo, la posesión o el deseo;  el beneficio o el maleficio, la vida o la muerte hacia otra persona. Siempre cantaran frente a la persona antes de marcharse.”
-San Román.


Era una mañana estresante de Abril, el 5 para estar con la precisión. La locura invadía al cirujano llamado Evaristo Hernández que con las miles de preocupaciones que tenía de su trabajo (al borde de ser despedido), la familia que padecía de una extraña enfermedad que se movió de un lugar a otro y deben ser atendidos bastantes horas al día.

Evaristo no soporto más lo que era las presiones tanto en la zona quirúrgica como lo era en su oficina, mucho trabajo, mucho moverse de un rincón a otro,  anotar miles de recetas con cada uno de los procedimientos, etcétera;  así que después de la operación, decidió terminar rápido su papeleo para irse a ver a su esposa y a su pequeño hijo de solo siete años.

Eran simples las doce horas con catorce minutos, la hora del descanso de los pacientes y el turno nocturno de las enfermeras y enfermeros para cuidarlos mientras cambian el suero y revisan el ritmo cardiaco.

Evaristo tomo su maletín y se dirigió con silbidos hacia el elevador para ir al piso inferior para así tener acceso hacia la salida y poder marcharse a su casa. Dentro del elevador había una mujer de cabellos rubios, ojos azules, con una postura bastante atractiva y con una belleza natural bastante excepcional.

El doctor entra con una sonrisa en el elevador, manteniendo una plática amistosa con la dama; ella mencionó que le tenía miedo a ciertas cosas de los hospitales, como por ejemplo, las apariciones, los miles de gritos provenientes de los demás pacientes y lo que era peor, el sonido de las sillas de ruedas que están en movimiento constante por la noche.

Evaristo quiso mantener la conversación activa así que oprimió todos los pisos para que tardase mas lo que era el transcurso del elevador hacia el piso de abajo, una plática agradable para cualquiera.

La sonrisa de Evaristo cambio al momento en el que cuando el elevador se abrió en el piso inferior, una mujer igual de sonriente con una belleza comparable a la de la dama que se mantuvo la charla, pero en vez de maravillarse, el miedo y pánico lo invadió, haciendo cerrar desesperadamente las puertas del elevador.

-¿Qué sucede, doctor?- Dijo la dama con un rostro de preocupación hacia Evaristo y alojando su mano izquierda en el hombro derecho.
-Ella… Ella fue mi paciente, murió en la zona quirúrgica hace unas horas, ¿no viste su pulsera de color rojo en su muñeca derecha?- Dijo el doctor desesperado, tartamudeando, suspirando agitadamente, sudando y con la mirada directa hacia las puertas cerradas del elevador.
-¿Te refieres a algo como esto?- La dama muestra que en su muñeca derecha había una pulsera de color rojo, significando que había fallecido.

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Nota del detective, Azael Armando Torres.

A las dos horas con cuarenta y dos minutos fue encontrado encerrado en un elevador de la planta inferior del hospital Muguersa al doctor Evaristo Hernández totalmente pálido, con la mirada perdida hacia el frente; aun se mantenía con vida, pero tenía dificultades  para su respiración.

En su testimonio, mencionó haber visto a lo que eran mujeres que habían previamente fallecido en el hospital, el pudo describirlas y las mujeres fueron identificadas como:

Anabel Gonzales Rodríguez, de veintidós años de edad, que falleció después de una larga pelea contra la tuberculosis, falleció veinte años atrás, fue su primera paciente cuando consiguió su titulo y se gradúo de la academia de medicina y cirugía.

Y  Mariely Martínez Villa, de dieciséis años de edad, falleció ese mismo día en la que Evaristo tuvo el percance.

Evaristo fue llevado a un internado en el apartado de esquizofrénicos para que pueda recuperar su control de la realidad, pero un mes más tarde fue encontrado muerto por un infarto. Según la grabación de la cámara de seguridad de la habitación donde se alojaba, el repetía una y otra vez la frase: “Me están buscando, quieren vengarse de mí”.
-San Román.
Trabajando demasiados proyectos así que de un respiro decidí dar un escrito para mi cuenta ya que fue hace mucho que subí el anterior. Esto fue parte de mi infancia cuando me rompí tres costillas. Pero lo que me pasó ami fue por exceso de calmantes que me dieron.
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